JUAN CALAVERA

El atento profesor y buen amigo Mariano Amada Cinto, al conocer la existencia de una copla que recordaba la expulsión del morisco de la Señoría de Saviñán Juan Calavera, me sugirió la posibilidad de investigar sobre este personaje real que tuvo que abandonar su tierra, como todos los moriscos aragoneses, en 1610. José Gracián Gasca (1863-1922), en sus «Notas para la historia de Saviñán», de 1919, ya se preguntaba si la copla o canción, que recordaban entonces los más viejos del lugar, sería de la época de la expulsión. Cabe pensar que sí. Lo extraordinario del caso es que el asunto de esta copla popular, que hace referencia al sereno pero emocionado adiós de un vasallo morisco, en el mismo momento de marchar a la fuerza lejos de su tierra, haya trascendido a su época y, sin embargo, otros personajes coetáneos de mayor entidad no lo hayan conseguido. En 1612 la Señoría se pobló con 50 nuevos vecinos. De Saviñán bajaron 22, entre ellos se encontraba el escribano Amador de Garay y su hijo Martín, que profesionalmente seguiría los pasos de su padre.

            El vate local Paterno Pina Pérez (1893-1965), apunta una variante de la copla de Juan Calavera en su libro Canto a mi tierra, en edición póstuma.

 

            Adiós a los Valdemoros

            y también la vega nueva.

            Quédate con Dios Trasmon,

            que se va Juan Calavera.

 

José Gracián habla en sus Notas que en Valdemoro los moriscos tenían la mayor parte o toda la tierra, según aparecía en una lista de las fincas que desalojaron en 1610. Valdemoro, nombre que aún persiste, forma parte de la finca de la Aldehuela, propiedad hasta hace poco más de veinte años de los condes de Argillo, antes Muñoz de Pamplona. En el siglo XIV la Aldehuela perteneció a los Zapata y José Gracián sospechaba que anteriormente lo había sido de los Luna. En los siglos XV y XVI fue propiedad de los Sayas y de los Funes, y por matrimonio pasó a los Muñoz de Pamplona.

            En varios documentos de la Colección diplomática de Santa María la Mayor de Calatayud, concretamente en 1302 y 1321, ya se citan los olivos de Trasmon, que siguen dando las mejores olivas negrales de Saviñán. En 1524 Diego Muñoz de Pamplona hacía una transacción con Mahoma Calavera, hijo de Mahoma Calavera, alfaquí, sobre un albar con olivos en Trasmon, con una tributación de 20 sueldos anuales. En Trasmon todavía se mantiene en pie la llamada casa del Pozo Morillo, no lejos de la plaza de los moros, un monte con una pequeña explanada en su cumbre, y de la Torre de las doncellas, o torreón, que es del siglo XIV, escenario de una leyenda de amores imposibles entre doncellas musulmanas y mancebos cristianos.

En noviembre de 1597, Pedro de Campos, obrero de villa de Paracuellos de la Ribera, firmaba una capitulación y concordia con el Concejo de la Señoría de Saviñán, para hacer un molino de aceite.

José Gracián habla en sus Notas que la calle del Charco o de San Ramón, fue urbanizada uniformemente en el siglo XV o principios del XVI, creyendo que los Muñoz de Pamplona, que por entonces dieron a catorce musulmanes tierra en las Espartinas, cedieron también solares para edificar viviendas en la parte baja del huerto del Ciprés, de su propiedad, formando la calle del Charco. Entre estos musulmanes aparece Mira Calavera. En 1543 se construyen en la Señoría 40 casas, de las cuales pagaba la Comunidad de Calatayud las tapias y el aljez. En las tierras de las Espartinas, dedicadas al cultivo del esparto, se plantaron olivos al prolongarse la acequia de Juan Forcén. En un protocolo del Archivo de la familia Gracián de Saviñán de 1758, referido a las acequias, se apunta que en el antiguo «libro de compadronamiento» de 1452, se decía que la tierra que regaba la acequia de Juan Forcén en el término de Saviñán, hasta el mojón de Morés, era de 436 hanegadas. Es tradición que el moro Juan Forcén, está enterrado en la esquina de la casa que fuera de Juan Lafuente, un caserón renacentista situado en la calle Mayor del pueblo.

La Morería de Saviñán, desde la reconquista de estas tierras en 1120, pasó a pertenecer a los Fernández de Luna, establecidos en Chodes desde el siglo XII. En 1358 el conde Lope de Luna, muerto en 1360, disponía en su testamento de la Morería de Saviñán, en favor de su única hija, la reina María de Luna. Según el Libro Chantre, confeccionado en 1382 por mandato del obispo Pedro Calvillo, figuran pagando diezmo las morerías de Morés, Saviñán y Terrer. Pagaban diezmos de pan y filazas (cáñamo y lino), que se repartían por un igual el obispo de Tarazona y el deán y canónigos de Santa María la Mayor de Calatayud. En 1409 aparece bajo la administración de Lope Fernández de Luna, siendo expropiada a Antón de Luna, valedor del conde de Urgel, uno de los candidatos en el Compromiso de Caspe. En 1416 el rey donó sus derechos a Fernando de Sayas y a sus descendientes, y en 1434 la compró la Comunidad de Calatayud, quien otorgó nueva Carta de Población en 1612, tras la expulsión de los moriscos. Su procurador nombraba al baile y alcaldes, alamín, jurados y oficiales, gozando de la jurisdicción criminal.

En 1526 se forzó a los musulmanes a la conversión, llamándose desde entonces moriscos o cristianos nuevos. Los señores, que se iban a arruinar con la expulsión, defendieron la conversión, aunque los moros conversos tendrían que pagar en adelante diezmos y primicias a la iglesia. Pero finalmente, Clemente VII concedió al rey y a los señores los diezmos y primicias de los moros convertidos. Entonces la Morería pasó a llamarse Señoría. A finales del XVI Jorge de Porras era justicia y Jerónimo Francés jurado. A principios del XVII aparece como justicia de la Señoría Jerónimo Calavera.

El 14 de abril de 1577 Juan de Campos, obrero de villa, contrataba la construcción de la iglesia y la torre de la Señoría de Saviñán, recibiendo de manos del procurador general de la Comunidad de Calatayud, junto al mazonero Juan Martínez de Salamanca, una comanda de 30.000 sueldos. La fábrica de la iglesia costaría 17.000 sueldos y el retablo los 13.000 restantes. Juan Martínez haría también la mazonería y los relieves del retablo mayor, además de la imagen del titular. «Item se haga un retablo pintado, dorado, con el bulto del señor Sanct Miguel, conforme al de la Señoría de Terrer, en todo y por todo». La iglesia se levantaría en el solar de la mezquita.

En la visita pastoral de 1601 se pedía al procurador de la Comunidad de Calatayud que contratase a un sacristán para la iglesia, bajo pena de 15 ducados. En 1605 la pena se elevaba a 30 ducados. En 1598 el obispo Cerbuna mandaba que el maestro, que debía ser «persona virtuosa de buena vida y costumbres», enseñara a los muchachos a leer y a escribir, además de doctrina cristiana. También señalaba que el vicario no desposara a nadie que no supiera la doctrina cristiana o a lo sumo alguna oración. Prohibía que ningún vecino, eclesiástico o seglar, tuviera en su casa «tablageria» pública de juegos, bajo pena de excomunión, pues solían cometerse allí blasfemias, juramentos y ofensas contra Dios. Por entonces se jugaba en las casas de Domingo Sabiñán y de Amador de Granada, a los que se imponía una pena de 10 ducados. En 1581, Jerónimo Calavera fue investigado por el Santo Oficio y el 15 de octubre de 1608 se prendieron a Jerónimo Calavera, Luis Calavera, Alvillena y Juan Calavera, de la Crespa, vasallos de la Señoría. En el mismo día se prendió a Miguel Calavera, Juan Calavera, Jerónimo Calavera Gineta y Ana Calavera. A partir del día de San Miguel de 1600, Miguel Casadalva estaba obligado a pagar anualmente 8 reales a los pobres, por un legado de Domingo Domalique, que había muerto en galeras, sentenciado por el Santo Oficio. Los moriscos de Saviñán festejaron la toma de La Goleta en 1574, adelantando las fiestas del ramadán, pues seguían conservando sus costumbres y creencias.

El fogaje de 1495 da a la Morería de Saviñán 46 fuegos. En la investigación, que tuvo lugar el 1 de marzo de 1496, están presentes Mahoma Calavera, alfaquí, y Yuce Calavera, jurado. Como vecinos se censan a dos personas con el nombre de Mahoma Calavera, además de Ali Calavera, Ynel Calavera y Brahen Calavera. En la segunda mitad del siglo XV aparecen documentados: Juce Calavera, como alamín, como jurados Mahoma Calavera, Mahoma Calavera, alfaquí, y Yuce Calavera, y como alfaquíes Mahoma Calavera, Ali Calavera y Brahen Calavera.

Los musulmanes se organizaban corporativamente formando la aljama, rigiéndose por la çuna et la xara, y conservando instituciones islámicas como el cadí o juez y el alfaquí, mitad letrado y mitad clérigo. Los alfaquíes, que dirigían y presidían el culto en la mezquita-aljama, regían también todos los aspectos civiles de los mudéjares, como matrimonios, divorcios, herencias o cartas de aprendizaje. En algunas aljamas de señorío el cargo del alamín era vitalicio y pasaba de padres a hijos. En el siglo XV, en la plaza de la Morería de Saviñán se encontraba el horno, la mezquita y las casas del alamín.

El sistema patriarcal islámico ligaba fuerte y solidariamente a las extensas familias. Los hijos no podían vivir al margen hasta que, por matrimonio o por herencia de sus padres, lo conseguían. Normalmente, padres e hijos casados no vivían en el mismo hogar, pero sí bajo el mismo techo, dividiendo las viviendas.

El padre Aznar Cardona, que publicó en Huesca y en 1612 su Expulsión justificada de los moriscos aragoneses, decía que «eran una gente vilísima, descuidada, enemiga de las letras y ciencias ilustres (…), torpes en sus razones, bestiales en su discurso, bárbaros en su lenguaje, ridículos en su traje (…), muy amigos de burlerías, cuentos y berlandinas y sobre todo amicisimos (y así tenían comúnmente gaytas, sonajas, adufes) de bailes, danzas, solazes, cantarcillos, albadas, paseos de huerta y fuentes (…). Vanagloriabanse de bailones, jugadores de pelota y estornija, tiradores de bola y del canto y corredores de toros y de otros hechos semejantes de gañanes».

En 1461 queda documentada una concordia sobre la venta durante diez años de los zumaques de los términos de Sestrica, Saviñán y Paracuellos de la Ribera, entre concejos y morerías y una compañía de mercaderes. Aparecen citados en ella Ali Calavera y Mahoma Calavera. En un protocolo de 1591 se cita un olivar en las Espartinas y una pieza encima de la fuente, ambos de Juan Calavera. La familia Calavera, de cierta importancia por los cargos que ocupan algunos de sus miembros, era bastante extensa, según podemos comprobar en las partidas del primer Libro parroquial de la Señoría (1578-1618). La familia Calavera estaba relacionada con la familia Gracián de Saviñán, pues en la boda de Pedro Calavera, menor, y Ana Luengo, celebrada en 1585, actúan de testigos mosén Francisco Garcés y Francisco Gracián. En el bautizo de Luis Calavera, celebrado en 1607, hijo de Luis y de Ana Domalique, es madrina Isabel Gracián, doncella.

En 1581 y 1583 se bautizan a dos hijos de Lupercio Calavera, mozo, y de Gracia Zapatero, a los que el vicario consideraba bastardos. En 1599 se bautiza a Esperanza Calavera que, según el vicario, era «hija de San Miguel, digo, bastarda». En las partidas de difuntos, el vicario apuntaba que los moriscos fallecidos se confesaban y hacían obras de cristiano. Era costumbre en esta parroquia dejar una limosna para la novena y cabo de año. En 1592 Amador de Rueda dejaba sólo para tres misas, porque era hombre pobre. En 1585 Pedro Calavera dejaba para este menester dos arrobas de aceite, que fueron tasadas en 36 sueldos. En 1588, año de la muerte de Reinaldos Calavera, «por justicia», Juan Calavera aparece nombrado como ejecutor del testamento del fallecido, debido a Domingo Latorre, notario de Fuentes de Jiloca.

Por el primer libro parroquial de San Miguel de la Señoría, sabemos que el 15 de febrero de 1583 casa Juan Calavera, huérfano, con Isabel Luengo, actuando de testigos Gil Benedit y Juan Yepes. El 15 de septiembre oyen misa nupcial, siendo testigos Alvaro Luengo y su mujer María Moscabida. En 1593 casa otro Juan Calavera con María Vélez. Dejándonos llevar sólo por la intuición, pensamos que el morisco de la copla pudo ser este Juan Calavera, huérfano, que casó en 1583. En 1588 le nace al matrimonio Calavera-Luengo un hijo llamado Miguel, del que es madrina Catalina García, cristiana vieja. En 1591 nacen Amador y María, siendo su madrina de bautismo Catalina García. En 1596 nace Ana, que muere al año siguiente. Fue su madrina Catalina García. Y en 1602 nace Juan, siendo su madrina María Olvés, cristiana vieja. Normalmente una mujer, siempre cristiana vieja, actuaba de madrina en casi todas las ceremonias de bautismo. Entre 1578 y 1610 aparecen citadas como comadres en las ceremonias de bautizo, Jerónima Goxqui, Margarita Guerguena, Catalina García, María Herrando, María de Olvés, Isabel Andina y la Miguela.

Entre 1581 y 1587 aparecen registradas en el libro parroquial las mujeres que, a la puerta de la iglesia y al tiempo del ofertorio, quemaban «fachales». En una partida se dice además, que María Vélez aguantó descalza el tiempo de la misa. El Diccionario Aragonés de Rafael Andolz recoge faxa, faja en Echo y Ansó.

Mientras se ultimaban los preparativos de la expulsión de los moriscos aragoneses, el virrey de Aragón Gastón de Moncada, marqués de Aytona, ordenó la confección de un censo detallado de los cristianos nuevos de Aragón. Este censo dio un total de 14.109 casas, con 70.545 personas. Las poblaciones de moriscos se agruparon en 35 itinerarios, reuniéndose todos los moriscos expulsados en Fabara, Maella, Valderrobles, Peñarroya y Aguaviva, poblaciones fronterizas del reino. En diciembre de 1609 el virrey escribía al rey que los moriscos aragoneses, temerosos por la expulsión de los moriscos valencianos, vendían cuanto podían y no querían trabajar la tierra. El 17 de abril de 1610 el rey Felipe III firmó en Valladolid la orden de expulsión de los moriscos aragoneses. El correspondiente bando se publicó en Zaragoza el 29 de mayo. En él se afirmaba que podrían quedarse las moriscas casadas con cristianos viejos, con sus hijos, así como los hijos menores de seis años de moriscos y cristianas viejas. En Saviñán no se daban estos matrimonios mixtos, sí, en cambio, aparecen moriscos de Mesones, Morés, Illueca y Sestrica, que casan en la Señoría.

En el tránsito 35 se agruparon los 44 vecinos de Purroy, los 120 de Saviñán y los 196 de Morés, total 1.800 moriscos, que partieron todos de Saviñán hacia Alpartir, a tres leguas de camino, a Paniza, a cuatro leguas, a Azuara, a cuatro leguas, a Lécera, a tres leguas, a Samper, a cuatro leguas, a Caspe, a cinco leguas, y a Maella, a tres leguas, último lugar de Aragón. Podemos imaginar aquella caravana de moriscos, entre niños, jóvenes, mujeres y viejos, cruzando de parte a parte Aragón, andando diariamente de diecisiete a veintisiete kilómetros, o sea, de sol a sol, con el sentimiento de no poder volver nunca a su tierra y con la incertidumbre de una nueva vida en tierras lejanas.

El 21 de agosto de 1610, Agustín Mejía, escribió una carta desde Tortosa al P. Sobrino, capellán del patriarca de Valencia, en la que decía que la salida de los moriscos se había hecho con tanta diligencia, que para Nuestra Señora de Septiembre, ya estaría acabada.

José Gracián apunta el nombre de treinta y seis moriscos expulsados de la Señoría de Saviñán. Entre ellos aparecen Luis, Esperanza, María, Jerónimo, Miguel y Juan Calavera. La Concordia otorgada en Miedes en 1613 entre Agustín López, procurador general de la Comunidad, mosén Pedro Garcés, vicario de San Pedro, y Juan Gracián, Procurador del Concejo de Saviñán, aparecen los nombres de treinta y seis moriscos, cuyas fincas pasaban a los nuevos pobladores de la Señoría, en cuestión de diezmos. La cifra de 120 vecinos, o sea, de 600 moriscos, resulta bastante elevada, pues en el 29 de mayo de 1612, la Comunidad de Calatayud daba la nueva Carta de población de la Señoría de Saviñán a 50 nuevos vecinos.

En 1957 se encontraron dos manuscritos en carácteres árabes al desmontar el tejado de una casa de la antigua Morería. Uno de ellos era un volumen en papel blanco, probablemente de fines del siglo XVI, escrito en aljamiado (en lengua romance y escritura árabe) de escuela aragonesa. Se trataba de una traducción de algunos capítulos del «Muhtasar» de Al-Tulaytulí («el Toledano»), mote de un hispanoárabe de hacia el año 900 que se llamaba Abú al Hasán, estudiante de Córdoba, que era un tratado sobre las obligaciones religiosas de los musulmanes, ceremonias y preceptos sobre ablución y las invocaciones que la acompañan, con las cinco oraciones del ritual y diversas tradiciones sobre algunos de dichos preceptos. El segundo, algo más antiguo, estaba escrito en árabe, en letra magrebí. Se trataba de un Alcorán abreviado, para ser leído en las oraciones públicas, en el que figuraban los versículos más importantes de algunas azoras más largas y las azoras completas, si eran breves. Estos dos códices de Saviñán habían permanecido en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza y allí fueron encontrados por Ángel Canellas en 1981, depositándose en el Departamento de Árabe de esta Facultad.

 

Francisco Tobajas Gallego, Trébede, Zaragoza, nº 64, junio 2002.